Se trata de una acumulación de sangre en la cara
interna del pabellón auricular, esto le da un aspecto inflamado. Su aparición
es siempre aguda, consecuencia de la ruptura de un vaso sanguíneo debajo de la
piel de la oreja. Puede afectar a toda la superficie o solamente a parte de
ella.
Lo más importante de los otohematomas es
valorarlos como un signo secundario, la mayoría de las veces por sacudir la
cabeza o rascarse con las patas. En la
mayoría de los casos a la vez encontraremos otitis externa o media, ácaros o
cuerpos extraños. Sin embargo no todos
los otohematomas se originan en otitis, puede existir fragilidad capilar o un
traumatismo previo.
La manera de resolver el otohematoma es siempre
quirúrgica, intentar resolverlo drenando el contenido con aguja y jeringa solo
retrasa el problema. Además de drenar y
limpiar el contenido es muy importante bajo sedación realizar una limpieza
profunda del pabellón auricular y del conducto auditivo externo.
Hay varias técnicas quirúrgicas, todas ellas
encaminadas a vaciar, limpiar el contenido, disminuir el espacio libre y dejar
una o varias aperturas para que puedan drenar las secreciones que se vayan
formando. Si la incisión se cierra antes
de tiempo hay mucha probabilidad de recidivas.
Los días después de la cirugía es necesario el uso
de un collar isabelino, ya que una buena cirugía y técnica pueden fracasar si
no realizamos correctamente los cuidados posteriores.
Lo último a tener en cuenta es que cuando el
hematoma se resuelve, el pabellón corre el riesgo de retraerse, quedando a
menudo una deformación permanente en la oreja.
Blanca Barrio